domingo, 4 de agosto de 2013

Al final, sólo consiste en volar.

Ahora que el tiempo se mide a la centésima de millar y las conversaciones conmigo misma siempre quedan interrumpidas sé que lo único que tengo son las alas,

alas como charlas reflexivas que me sitúen por encima del tiempo que me toca vivir
alas de una cena con una mujer que me habla de sexo y yo querría ser como ella
alas con forma de biblioteca nueva

saber que fulano dejó el trabajo porque no era lo que esperaba, que mengana tiene secuelas de un derrame cerebral que no se le vio al nacer y va robándole el corazón a todo el que conoce

alas de proyectos futuros que siempre bailan, pintan, escriben o luchan
alas de una canción sentada en el asiento de copiloto de un coche
alas empapadas de crol y de cruzar el río de noche en bicicleta

y hojear libros que no puedo leer, y reaprenderme las partes de mi cuerpo,
y perder un tren que me devuelve a mi caos, y dejarme abrazar
desnuda
de madrugada
en la terraza.