No sé si siguen el fútbol. Algún partido que otro es muy educativo. Nos enseña bastante de la sociedad donde intentamos convivir. Cualquier empresa que se proponga un grupo es reflejo de este nuestro viaje a la deriva. Y si la empresa la encerramos en un recinto y en 90 minutos es como montar un experimento social con cientos de cámaras vigilando.
La semana pasada, los alemanes, la industria pesada, como les llamaba el entrañable Andrés Montes, dieron un repaso en ganas, juegos y goles a los dos etiquetados como mejores equipos de fútbol del planeta, nuestro madrid y nuestro barça.
Últimamente, corre por España la fiebre de odio a lo alemán (ya la hubo a lo francés, cuando tumbaban "nuestra" fruta en la carretera). Al parecer no gusta la política insolidaria de los teutones con los países mediterráneos en esto de la crisis. Sin embargo, ayer la radio decía que la cosa se está convirtiendo en algo recíproco. La última encuesta sobre la marca "España" (sí, al parecer nuestro país es de marca, yo creía que era de marca blanca) en Alemania ha arrojado unos resultados nefastos. Si antes éramos considerados los artífices del milagro económico español, ahora no somos más que unos vagos gobernados por corruptos.
Yo voy a romper una lanza en favor de los germanos. No les conozco, ni conozco mucho su país ni cómo se organizan. Tampoco sé que provecho sacarán de todo esto, de la Unión Europea, del déficit, del PIB, de la prima, ni del primo. Así que no me voy a meter en análisis político-económicos profundos. Simplificaré.
Y por simplificar la cosa queda en que le estamos pidiendo a Alemania que tome una serie de medidas que le perjudican económicamente (al menos a corto plazo) para beneficiar a gente como los españoles. Y el rubito alto de ojos azules sentado en su apartamento de Frankfurt con la calefacción a tope se preguntará: España. Un país donde sus inútiles gobernantes no quisieron parar la burbuja inmobiliaria y ahora tienen 3 millones y medio de casas vacías. Un país con 1700 casos de corrupción actualmente abiertos, desde la casa real hasta el último mono. Un país con una economía sumergida del 25% del PIB. Un país donde todos aspiran a ser funcionarios para trabajar menos y ganar más. Un país donde sigue primando el mamoneo antes que la profesionalidad en sus trabajadores. ¿A estos debo yo ayudarles?
Volveré al fútbol. El anuncio de campofrío dice que es eso lo que nos queda. Aunque el mensaje sigue siendo muy español: somos muy buenos porque tenemos a Alonso, Nadal, Gasol e Iniesta. Y quizá por esto es por lo que no somos tan buenos. Los españoles más importantes y admirados no deberían ser únicamente deportistas. ¿Dónde están los filósofos, los científicos, los empresarios, los escritores, los economistas? El pueblo español ama a sus futbolistas más que a sus políticos. Tal vez por eso escuchar a estos últimos es como oír una imitación de los primeros. Nuestro parlamento parece una reunión de viejas glorias del Real Madrid y del FC Barcelona. Los votantes parecemos hinchas fanáticos y ciegos. Y la prensa seria no es otra cosa que prensa deportiva (supongo que intentando desbancar a Marca, el diario más leído en nuestra tierra)
Los partidos de fútbol de la semana pasada mostraron a españoles que salían al campo sin ganas, sin correr, convencidos de la victoria sin necesidad de trabajarla. Esto a la izquierda de sus pantallas con su indumentaria habitual. A la derecha, los germanos, que corrieron hasta dejarse la piel y se tomaron en serio el partido desde el minuto 1 al 90. Resultados: 4-0 y 4-1. La semana que entra, será la vuelta. Ahora se invoca al espíritu de Juanito: la remontada. La pasión española. Nuestro punto fuerte. Lástima que con ella sólo se ganen partidos, pero difícilmente se gobiernen Estados.
domingo, 28 de abril de 2013
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