lunes, 17 de septiembre de 2012

On Off

Cuando estás entre la muchedumbre que grita o baila y doblas el cuello mirando arriba sin mirar nada, a un techo, a un cielo. Cuando llegas a un mugriento váter de un ruidoso bar en el que fijas los ojos vacíos en algún rincón cualquiera. Cuando abres la mano frente a ti y la observas como testigo de tu propio ser... y todo da vueltas. Cuando ella te besa, y tú le respondes, y hay abrazos, y estás sintiendo. Cuando llegas a la cama con una sombra detrás que quiere conversar contigo, y no te deja dormir. Cuando despiertas entre brumas sin que nadie te haya despertado, de nuevo la sombra...  

En esos momentos, con nervioso y agresivo gesto rebusco entre mi pelo. Mis manos rastrean cada centímetro y no lo encuentran. Me lo imagino plano y suave, sencillo. Con sólo dos posiciones, sin niveles ni grados. Cierro los ojos y lo veo, pero lo busco y no está ahí. Me imagino que debe ubicarse en un punto lejos del alcance de mis extremidades, demasiado en el centro, demasiado atrás, demasiado pequeño. Pero no me rindo, sigo escudriñando cada pliegue de piel. Busco el interruptor.


Quiero apagarme, quiero ser uno más de todos esos que parecen no pensar en determinados momentos, quiero que mi mente duerma, standby. Cansado de asociaciones y conexiones de todo tipo, entre pasado e inputs presentes, construyendo futuros e ideas inservibles. Especulaciones, castillos en el aire. ¡Olvidadme, malditos creadores de la nada! Dejad de susurrarme palabras a los oídos a cada instante. Quiero apagar la máquina, descansar de su fatiga, encefalograma plano, en blanco, sin memoria ni imaginación, sin captar ni sentir, quiero sólo actuar.


Bajas de nuevo la cabeza y vuelves a la muchedumbre, o sales del mugriento váter al ruidoso bar, o el beso ya terminó, o pasan las horas y no consigues dormir. No lo hallaste. Tal vez no exista el interruptor. A algunas máquinas se olvidó incluirles este pequeño dispositivo. No pasa nada. Busca el cable, siempre hay un cable del que tirar, un enchufe que sacar... Recorres tu perímetro, y ninguna cuerda o similar sale de tu cuerpo. Estás perdido. Funcionas sin alimentación externa. Sólo te resta la autodestrucción. Pero no quieres. Agitas fuerte la cabeza, intentando que la bruma de actividad se vaya a otro lado, como enjambre de abejas que abandona a un árbol en flor. 


Las sacudidas parecen ayudar, pero la bruma sigue ahí. De repente caes en la cuenta... ya has vivido esto, ya sabes que eres tú mismo contra quien luchas. Parlamentas. Sólo puedes suplicarte una tregua. Engañarte... 

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