Quise saberlo todo.
vivirte cada segundo de los que me perdí por no conocerte desde el día en que
naciste. quise
disfrazarme de tus
vecinos, ser el pomo de la puerta de tu habitación, tu ropa interior de cuando
eras adolescente. quise aprenderme de memoria las fotos de todos los carnets de
identidad que tuviste. quise mutarme en cada compañero de clase, en cada entrenador
de fútbol, en cada familiar cercano. quise convertirme en tus primeros esquís.
quise olerte la piel a cada año que cumplías, quise ver cómo los jerseys te
iban quedando pequeños, quise sentir tu
cuerpo desbordando los límites del espacio y la belleza. quise mutarme
en tus cubiertos, en el embozo de las sábanas para sentir tu aliento dormido cerca, muy cerca. quise, sobre todo, ser la piel de las chicas, de las mujeres, de las
señoras escalofriadas debajo de tus zarpas. quise conocer tus fantasías
eróticas, escudriñar al milímetro tu cara en el orgasmo. quise metamorfosearme
en mucosas húmedas invadidas por tus ganas, quise ser el impulso eléctrico que
te hiciera bombear el corazón cuando los demás lo llamaban amor. quise saber
cuándo, cómo y porqué. dónde y cuántas.
Dijiste que era
demasiado, las gentes dijeron que era demasiado, las instituciones dijeron que
era demasiado, la moral, la educación, la antropología, la psiquiatría, la
religión, la prensa dijo que era demasiado.
Demasiado…
He tragado, una a
una, todas las letras de las palabras de las frases de las preguntas que nunca
te haré.