Cuando lo nombras desaparece.
Siempre me llamó la atención cuando alguien volvía a casa y encendía la televisión aunque no fuera a verla. Con el tiempo, viviendo solo, uno se da cuenta de la diferencia entre estar acompañado por alguien o estar acompañado por sonidos. Desde mi hogar soy consciente siempre de cuándo tose el vecino... Y echo de menos el silencio. Sobre todo cuando mis instintos asesinos me imploran comprar un rifle y acabar con los niños que vociferan en la calle mientras castigan un balón. O mejor un revólver y poner fin a los ladridos del perro enano que martillea mi paz desde el piso de enfrente.
No obstante, cuando alguien más está conmigo en casa, no escucho nada de esto. No hay ruidos. Quizá sea un castigo de la sociedad para aquellos que intentan vivir solos.
Me gusta la gente silenciosa. Me gustan los momentos donde se puede tocar el silencio.
Las cámaras anecoides son salas diseñadas especialmente para absorber los sonidos. En Minesota existe una que absorbe el 99,99 % del ruido. Sin embargo, por atrayente que pueda parecer para montarla en nuestra sala de estar, ningún ser humano puede permanecer dentro más de 1 hora, se volvería loco. La mente pierde el control, escuchamos el fluir de nuestra sangre, nuestra respiración, nuestras tripas.., y perdemos el norte y el equilibrio.
Quizá el único silencio que echemos en falta sea el de nuestros orígenes, el atronador silencio de la naturaleza, no el silencioso ruido de las colmenas dormitorio de las grandes ciudades.
http://www.abc.es/20120619/ciencia/abci-lugar-silencioso-mundo-lleva-201206191639.html
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