domingo, 3 de junio de 2012

Andy Dufresne

Me equivoco en mis propios conceptos, me digo que mi libertad consiste en arriesgarme y rebelarme.

Me regalan un pájaro enjaulado como metáfora explícita de mi situación actual. Manda huevos. 

Y miro el pájaro chocando contra los barrotes y sé que si le abro la puerta morirá de inanición o de institucionalización. Le he puesto de nombre Andy Dufresne, esperando que algún día consiga escapar vivo de ésta. Ya sabéis, empeñarse en morir o empeñarse en vivir.
Lo miro, decía, y sé que sueña con otro tipo de vida en el que no siempre hay comida ni agua disponible, con menos comodidades, en el que no esperan de ti que cantes bien y seas bello (hay quien me sugirió que si no cantaba mucho le diera hormonas). Pero que pueda volar.

Cuanto más insoportable se vuelve mi existencia más me vuelco hacia los demás, en una dependencia rastrera que, bajo el pretexto falsamente hermoso de entrega, me hace ver la vida como si el resto tuviera la llave de mi celda, de la puerta de mi jaula.
O como si mi libertad dependiera exclusivamente de esa puerta, sin contemplar todas las posibilidades de las paredes. 

Mi libertad, al fin, es saber que quiero volar. Y es no perder nunca la esperanza de hacerlo.






1 comentario:

  1. Hace un par de días, mientras descolgaba la ropa que tenía en el tendedero, me fijaba en la jaula que tiene una vecina unos pisos más abajo. Me preguntaba si la buena señora se le habría pasado alguna vez por la cabeza valorar la vida de los animales como la humana, y si se habría puesto por un momento en el lugar del pobre animal, en lo solo que se sentiría, en lo encerrado. Y pensé que mucha gente nos hemos sentido más de una vez como ese pájaro porque, efectivamente, otros han tenido la llave de nuestra jaula.

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