jueves, 29 de marzo de 2012

Sueños


En mi libro de los Sueños derramo [mano que se escapa por debajo de las sábanas hasta el boli de la mesilla] mis viajes nocturnos.
A medio párpado.
Renglones torcidos por somnolientos.
Incoherencias sin censura.

Me acostumbré a esperar a que te durmieras. Tú te acostumbraste a despertarte a escondidas.
Una madrugada te desvelaste riendo a carcajadas. Y otras muchas me observabas, interpretando mis sueños trasmitidos entre respiración y gemidos.

Soñé que defecaba y por más que tiraba de la cadena la mierda no se iba. Que no, no había manera de hacer desaparecer ese montón de desechos paridos por mí.

También soñé que un avión se caía al río, de noche. Lo soñé justo cuando partía mi vuelo low cost que había decidido perder por quedarme unos días más contigo. Íbamos juntos y lo vimos caer. Buceadoras luciérnagas que cantaban una melodía dulce sacaron a los pasajeros, la gente abrazaba a sus familiares rescatados y húmedos. No salieron todos, intuimos los ahogados, pero dimos media vuelta y dejamos al gigante hundido en el río negro.

Hace ya tiempo empecé a soñar con un fantasma. Me visita a veces, y aún no sé qué quiere decirme. No recuerdo la primera vez que apareció, aunque sé que no le di importancia, ya sabéis, a veces hace gracia que los fantasmas acudan a saludarnos. Pero poco a poco se hizo un asiduo en mis sueños, sin mi consentimiento. Creo que se me cuela en los huesos cuando paso tiempo en una casa embrujada y luego de a poquito me trepa, me invade y se corporeiza en mis noches, cuando aprovecha que no estoy mirando.

A tu lado soñé que me mostrabas entusiasmado una foto gigante y verde donde el fantasma y tú reíais.
Unos minutos después soñé que Nietzsche me decía cómo regresar: coche alquilado, esperar al autobús ARCUS matrícula 2212 y seguirlo dirección Zaragoza, no Barcelona.

En mi libro de los Sueños también escribo, de día, lo que vivo. Es, entonces, mi libro de escribir la Vida. Al final son dos mundos que transito y en los que sigo siendo la misma, con idénticos miedos, huidas y absurdos. No hay clarividencias ni revelaciones. No hay superpoderes. Día o noche, da igual.

Pero no pierdo la esperanza, si al menos una noche soñara que puedo volar sin alas...


Foto: "Mi amor a la mujer deformada" óleo pintado por Folie.

1 comentario:

  1. En los sueños se escapa nuestro otro yo, el que permanece latente porque nos avergüenza sacarlo a relucir, con nuestros deseos y temores más inconfesables. Siempre somos yo, dos versiones de uno mismo. Un abrazo.

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