miércoles, 15 de junio de 2011

Equilibrista

Ayer por la noche, la mujer-poesía me contó la historia de Pedro Salinas. Me dijo de las cartas que le había escrito a Katherine, la mujer prohibida que vio un instante y a la que amó toda su vida. Me dijo del amor derramado en letras que se mantuvo durante años, pese a que vivían a un atlántico océano de distancia. Me dijo que se vieron poco antes de morir él y que no hubo reproches por no sucumbir a su amor. Me dijo que ella, un día, preparando una clase sobre Salinas se dio cuenta, al fin, de cuánto lo amaba. Y que cuando intentó contactar con él, ya estaba muerto.

Pónganse en situación: noche muy calurosa, cena en una terraza de barrio, luces tenues de farolas, la sangre en los tobillos hinchados, las risas de las mesas de al lado, las tapas, las bebidas.

Me dijo: "ya somos tres. Salinas, tú y yo"

Se refería a la manera de amar. Con locura.

Yo le había contado de las excusas para faltar al trabajo para no despegarme de una piel, del sinsentido de levantarme cada día cuando no hay piel a la que pegarse; de mi trabajo a tiempo parcial de marioneta, muñeca hinchable, adoratriz y aprendiz de taxidermista.

Hoy, para compensar, he leído otra carta, la de Séneca a Lucilio "no basta moderar las pasiones, es preciso erradicarlas". Así de loca estoy. O así de friki, o así de gilipoyas.

Iba a acabar esto con un poema, cualquiera, de Salinas.


No te veo. Bien sé

que estás aquí, detrás

de una frágil pared

de ladrillos y cal, bien al alcance

de mi voz, si llamara.

Pero no llamaré.

Te llamaré mañana,

cuando, al no verte ya

me imagine que sigues

aquí cerca, a mi lado,

y que basta hoy la voz

que ayer no quise dar.

Mañana... cuando estés

allá detrás de una

frágil pared de vientos,

de cielos y de años.


Pero luego he pensado desequilibrar la balanza e inclinarme un poco más sobre el balcón. Deléitense con esta frase de una de las cartas de amor:


"Tú eres lo que me está pasando siempre"

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