jueves, 14 de abril de 2011

Sobre mujeres


A retazos, voy construyendo una realidad que, pese a empeñarme en llamarla así, se me antoja un escaparate en el que me siento permanentemente al otro lado del cristal.

Ayer entré en una tienda de ropa [cuyo perfil de consumidoras es mujeres jóvenes] y me quedé por un momento observando la escena de luces, música, cuerpos moviéndose y esquivándose. Me fijé en cómo la mayoría se acercaban interesadas a un perchero cualquiera, tiraban hacia afuera de una prenda y tras un rápido vistazo la soltaban con un gesto de desdén. Coño, me pareció increíble cómo la mayoría de las chicas tenían la misma manera de curiosear entre las prendas, con cierta actitud de desgana, de desprecio incluso al apartar camisetas abandonadas sin percha. Algunas eran muy jóvenes, les calculé unos doce años. Pero también ellas mostraban ser conocedoras de los movimientos precisos, de esas normas tácitas de elegir y adquirir.

Conozco a mujeres que quieren quedarse embarazadas pero no lo anuncian para que la presión del exterior se mitigue. Otras, las que han anunciado la intención, me confiesan sentirse de alguna manera evaluadas si el tiempo corre y la sangre sigue llegando puntual a su cita del mes.

Sabonis, mujer que asiste a mujeres, me contó historias preciosas. Sobre la sensación de tener las manos propias cubiertas de sangre de la mujer de cuyas entrañas acaba de extraer a un recién nacido. Sobre la sensación de tener que intervenir a mujeres cuyo himen ha estado indemne hasta ese momento en el que sus manos provistas con bisturí se abren camino, entrañas adentro.
[cabe decir que insistí a Sabonis que se uniera y escribiera por ella misma estas joyas que vive cada día... supongo que no le importará que le haya robado las palabras]

Hoy una de mis compañeras de trabajo olía a jabón verde.

De adolescente hacíamos una especie de juego, preguntándonos las unas a las otras si preferíamos ser monja o puta. Yo elegía a la segunda, casi por intuición.

Ya lo he dicho alguna vez: me abandono a la curiosidad de conocer a las antiguas amantes [me siento como jugando a iluminar con una linterna la cara oculta de la luna]. Y me dejo llevar por las sensaciones, me hace sentir viva.
Nunca sabes si es mejor que fuesen guapas o feas, listas o tontas, buenas o malas.
No me olvido que, seguro, algo llevo de ellas.
No es posible escapar de repetir una y mil veces la manera de vincularse con los demás.

Hace unos minutos, en una papelería, dos mujeres renegaban de la maternidad [con los hijos delante, jugando con la plastilina]. Han dicho mirándome, uy, vamos a asustar a la jovencita.

¿Jovencita?

He venido a casa pensando en la idea del cristal del escaparate, mientras tarareaba Tan joven y tan viejo, de Sabina...

3 comentarios:

  1. Yo también te miro detrás del cristal de un escaparate, y además te admiro y me encanta que seas así, vitalista y enérgica. Me encanta leeros!!! Sabonis.

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  2. "Y así crecí volando, y volé tan deprisa que hasta mi propia sombre de vista me perdió" (Sabina).

    Pienso que la coherencia es una de las mayores virtudes del ser humano. Un cambio de pensamiento, más o menos habitual, conlleva un cambio en la actuación. Y aquellas dos mujeres ...

    Un trabajo precioso, sin duda, el de Sabonis.

    El problema viene cuando se confunden con estrellas las luces de neón.

    Saludos.

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  3. Gracias Sabonis....

    Y a Velero, a veces busco deliberadamente la acción para que luego sea el pensamiento quien la siga, busco lo que sé del pecado, y luego lo hago coherencia... Aquellas dos mujeres quedaron del otro lado del cristal...

    Salud y un beso a los dos!

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