Y es difícil elegir. Porque, en principio, como seres conscientes de nuestra fugacidad, buscaremos el jugo de cada una de las frutas que podamos llevarnos a la boca. Sin embargo, vivimos en una sociedad que nos encarrila hacia una vida más estable y fácil para todos. Y no hay que olvidar que acumulamos muchos miedos... a la muerte, a la soledad, al dolor.
Y al final ni unos ni otros acaban del todo contentos. Los que eligen vivir cómodos, conformándose con una vida sencilla y feliz, entendiendo por felicidad la que nuestros padres nos enseñaron, lo serán. Pero tarde o temprano, ese humano que quiere más te recordará al oído que podrías haber tenido una vida mucho más viva. Por suerte, o desgracia, ese humano a unos les grita más fuerte que a otros.
La otra opción, los que eligen el camino del inconformismo, de buscar más, de llenar su biografía de páginas diferentes entre sí con historias placenteras e interesantes, quizá sean cazados por la desidia en algún momento y se acomoden en una situación estable olvidando sus aspiraciones. Suele pasar cuando se cae en el amor, en la paternidad o en la madurez biológica. Y cuando te des cuenta, a veces tarde, te sentirás autotraicionado. Eso sin contar con los golpes que recibe todo el que camina por otra senda.
Por último, los que siempre son fieles a su desear más, poco a poco, aparte de esquivar esos golpes y de lamer las grietas de su soledad, van notando que el mundo es demasiado grande para una sola vida. Y que cada vez cuesta más llegar al orgasmo, porque se agotan las fuentes de la novedad y las pieles vírgenes que comer. Y aunque no se acaben, el humano tiene tanta sed que no hay mundo para saciarle.
Sequencia de la película de Emily Young basada en el libro de Paulo Coelho