Me angustia pensar que se me acaba el tiempo acá.
Sssssssh.... de eso no se habla....
Sigo encontrándome personas fugaces que me preguntan y me cuentan retazos de vidas.
[agradezco la verborrea de los argentinos, su magnífica fluidez, esa capacidad de recrear metáforas y pasajes históricos como si de un cuento se tratara]
Últimamente muchos se sorprenden de que sea española, me dicen que tengo un acento distinto.
Compré por internet una lista de libros que deseaba tener y fui de una punta a otra de esta ciudad recogiendo mis pedidos en distintas librerías, sin poder dejar de husmear en ellas, recrearme... Es una manera mágica de hacer turismo.
[hice la foto a una, una cualquiera...]
Esta tarde [de primavera] en una tiendecita una ancianísima me habló de sus raíces libanesas, me enseñó los dibujos que hacía sobre papel de flores, me recitó poemas de memoria con una dulzura que sólo los años pueden dar a una voz. Se llama Elmasa, tiene su rincón artístico en la Manzana de las Luces. Le compré uno de sus trabajos [una mujer desnuda y delicada, un soneto de Borges], le dije al despedirme que me llevaba a España un cachito de ella. Me sonrió.
Ya no seré feliz. Tal vez no me importa
¡Hay tantas otras cosas en el mundo!
Un instante culaquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas una
oscura maravilla nos acecha:
ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste, debe ser borrada.
Lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
¡Hay tantas otras cosas en el mundo!
Un instante culaquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas una
oscura maravilla nos acecha:
ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste, debe ser borrada.
Lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
Después me compré un helado con dos bolas, elegí dos chocolates distintos. Aquí ponen unos helados generosísimos, descomunales. Lo tomé sentada, mirando la mescolanza arquitectónica de las calles, tantos estilos intercalados unos con otros, como los propios habitantes sin facciones específicas de esta parte del mundo. Rica mezcla, caos estético que se burla de la homogénea rutina del alabado París, por poner un ejemplo.
Algo se me desgarra dentro cuando pienso que me queda muy poco para alejarme de aquí.
Supongo que no es casualidad que eligiera precisamente esos versos del amigo Jorge Luis.
Algo se me desgarra dentro cuando pienso que me queda muy poco para alejarme de aquí.
Supongo que no es casualidad que eligiera precisamente esos versos del amigo Jorge Luis.
El sueño latinoamericano.
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