Uno de los primeros pasos para librarse de la opresión cultural estandarizada que nos moldea como rebaño de consumistas es pasar el antivirus a nuestra sala de estar. Tienes en tu nuca, cual Neo fuera de Matrix, enchufado un espía, un mal de ojos. Debemos cortar las alas del parásito interno, del troyano que nos mueve a su antojo. Hay que sacar a la basura lo que es basura. Hay que deshacerse de la televisión.
Tras el primer mes ya no eché de menos la tele (Tyler Durden). Cuando consigas erradicar la desinfección y eliminar la drogodependencia televisiva sentirás un alivio. Comprobarás, con tristeza, lo enfermo de la sociedad. Cuando confieses no tener televisor en casa, tus semejantes preguntarán incrédulos, como Perales, a qué dedicas el tiempo libre. No les contestarás porque la pregunta ya te dejó sin palabras. Cuando visites otro cálido hogar y te enfrentes de nuevo a la sensación de un mando en tu mano, a esa TDT de la era en la que lo digital es sinónimo de superior, pasarás los canales, uno tras otro. Verás anuncios, muchos anuncios. Te sorprenderá la forma tan descarada en la que intentan vender cualquier cosa, incluso lo más absurdo.
A las mujeres les presentan productos para adelgazar y rejuvenecer, ese debe ser su objetivo en la vida. A los hombres, todo aquello que puedan comprar para presumir al vecino o conquistar mujeres. A los niños, objetos con los que puedan provocar la envidia de sus compañeros de clase. Verás películas y series donde la mujer siempre es la histérica, culpable y tonta que se equivoca y acaba doblegándose ante la razón del violento y guapo héroe machista que la trata como escoria. Donde antes sólo veías anuncios e historias te llamará la atención un fondo de engañabobos, violencia, sexismo, adoración de la belleza, la fama, el dinero y la ignorancia.
Usarás el standby. Verás el rectángulo pixelado volverse negro. Te sentirás bien por no tenerlo en casa. Quedarás en silencio. De los pisos vecinos, entre paredes y techos, seguirán llegando los murmullos Dolby Surround. Por la ventana verás el reflejo de monitores que proyectan campos de fútbol, explosiones y escenarios de debates sensacionalistas. La infección se sigue propagando, los enfermos siguen parasitados, sus neuronas conexionan al ritmo de 38 pulgadas planas en alta definición.
lunes, 11 de octubre de 2010
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Sabes de mis críticas a la disposición del salón en función de ese electrodoméstico, sabes que aún no he encendido mi tele argentina desde que llegué hace mes y medio, pero lo que no sabes es que he vuelto a sentir esa extraña sensación de estar fuera del mundo al conocer a un grupo de gente nueva y que yo sea la única que no conozca a los llamados famosos o que ignore las series del momento...
ResponderEliminarLa pregunta sería de dónde saca la peña tiempo para ver televisión...
Besitos, humano lindo
La opción de seleccionar lo que quieres ver y lo que no,incluso la de no encender el aparato,es la que yo elijo.En esta vida,como en todo hay que saber escoger entre todas las opciones que te ofrecen.Incluso rechazarlas todas si ninguna te convence.Me gusta ir a los museos,pero no todo lo que se expone,por lo que selecciono a que museo quiero ir, y cual es el arte y el artista que me gusta y cual no.Lo mismo con la ropa,la comida, los libros,la música...
ResponderEliminarNo soy defensora de la televisión,la mayor parte de lo que ofrece no es de mi agrado,incluso me choca que sea del agrado de los demás.
Sin embargo con ella he viajado,conocido lugares y culturas,me he reído y he llorado,muchas veces me he indignado y otras sólo me he informado.Pero nunca he visto algo que no quería ver
Estoy con la chica dura del metal, el problema no es la tele sino la gente que no tiene criterio alguno para escoger lo que ver ni distinguir la telebasura de lo que merece la pena.
ResponderEliminarComo cualquier invento, su uso es el dañino o benefactor. La televisión es un medio bello, como lo fue el cine, como está siendo internet.
ResponderEliminarPero ha calado demasiado. Como dice Folie, nuestras salas de estar se organizan con un único centro. Suele haber un invitado de más en las cenas familiares. La mayoría de niños reciben más educación de esa caja que de ninguna persona. Y el calado no es precisamente positivo...
A veces el virus no nos deja ver. Acostumbrados a publicidad, teleseries y programas sexistas, alienantes y absurdos, no es fácil detectarlos sin un previo alejamiento desintoxicativo o profunda reflexión. No sólo es telebasura lo que la propia televisión identifica como tal.
Aún así, claro que es posible bien-utilizar el invento para sacarle su buen jugo. Pero ojo avizor.