A veces nos cuesta poner una coma, hacer una pausa en el camino, para coger aire, para poder seguir escribiendo. Tememos teclear el punto, porque no sabemos parar y empezar. Nos es casi imposible optar por un retorno de carro, bajar renglón, párrafo nuevo, quizás con sangría, depende del dolor del último punto. Letra capital. No, garabateamos sin respiro y malgastamos tinta sin haber dicho nada, obsesionados con nuestro primer verso, componiendo de corrido nuestra obra.
A veces tengo la sensación de que no hacemos otra cosa que jugar. La sociedad moderna ha llegado a un punto en el que todo lo que necesita lo tiene cubierto, excepto la necesidad de matar el aburrimiento. Unos se centran en el monopoly para amasar billetes de colores o crear grandes empresas. Otros prefieren la llana competición con el vecino, donde los términos están estipulados por el que triunfa en el monopoly. Hay quien se orienta más por juegos educativos, hacer carrera en la ciencia, descubrir nuevos planetas. Ya otros prueban fortuna con los socio-psicológicos, entreteniéndose en explotar la multitud de relaciones humanas entre jugadores. También podemos matar el gusanillo con viajes, compras, estudios y amores.
A veces se me olvida que todo esto no tiene sentido, o que yo no se lo encuentro. Me gustaría que el mundo viviera en armonía ética, para que cada humano pudiera disponer de libertad para invertir su vida en lo que deseara. Me gustaría encontrar y amar a personas que admirara. Me gustaría explotar mi tiempo al máximo. Me gustaría ir a todos los rincones de este planeta a ver cómo se pone el sol desde allí. Me gustaría desear abrazar algún cuerpo hasta romperlo. Me gustaría leer los pensamientos de aquellos y aquellas que tuvieron algo que decir. Me gustaría escribir muchas cosas. Pero una profunda mirada a las estrellas me recuerda que todo esto no es más que mi juego... igual que cada cual tiene el suyo.
A veces...
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