Dice Richard Dawkins que los genes diseñaron máquinas que utilizan para su propia supervivencia y expansión. Nosotros somos una de esas máquinas. Aún nadie me ha definido de una forma mejor. Nuestra máquina, nosotros, surge en el transcurso de infinitas mutaciones. Terminará autodenominándose como homo sapiens y se autoproclamará como cumbre de la evolución. El tiempo dirá si se equivoca o no, en función de la tasa de suicidios de los años que queden por venir.
En sus orígenes la máquina desarrolla un lenguaje que le permite enlazar objetos con palabras y su concepto, nace el pensamiento y la abstracción. De ahí la comunicación, la herencia cultural, la organización social y la tecnología. Con esta semilla creciendo a su suerte en el cerebro humano, las neuronas empiezan a trabajar en dos caminos: uno que se plantea lo de fuera, y otro que no deja de mirar adentro. El primero pasa por la agricultura y la ganadería, la polis griega, el nacimiento de la ciencia, surgen las religiones, los imperios, los reinos y la democracia, Galileo, Newton, Einstein, humanistas, ilustrados, comerciantes, burgueses, proletarios, nos hacemos capitalistas, comunistas, consumistas, de izquierdas y de derechas, rebeldes y revolucionarios, conservadores, trabajamos sin saber desde cuándo y ya ni sabemos por qué, nos encanta el dinero, necesitamos casa, coche, tele, ropas, viajes y ordenadores, jugamos a inventar y llegar cada vez más lejos (si existe el lejos dentro del infinito), nos reproducimos llenando el planeta y pecamos de superpoblación y explotación agresiva. Por este camino, los genes pueden estar orgullosos de su máquina.
Pero por el otro, la semilla del pensamiento y la abstracción, junto con la cada vez mayor esperanza de vida y el tiempo desocupado en lo que debería ser nuestro trabajo de esclavos genéticos para comer y reproducirnos, ha desarrollado un hilo más peligroso, empezando en un qué, por qué, quiénes somos y el temido para qué... Parménides y el no-ser, la muerte de Socrates y las Ideas de Platón, el genio de Aristóteles, Kant, Marx, Nietzsche, Sartre... el vacío interno, la desesperanza, las preguntas, las no respuestas, la soledad, la oscuridad... y los inventos, inventos para tapar huecos, vestir ropas de marca, triunfar en el trabajo, moldear el cuerpo, estudiar todos los libros, viajar a todos los rincones, amar y ser amado, el sexo, las otras drogas, la filosofía, la religión... Busca, busca, busca... seguirás perdido. Estamos perdidos. Este otro camino es un fallo genético. Y quizá algún día nuestros genes lo paguen con su extinción.
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