miércoles, 16 de junio de 2010

Pésame

La muerte (que nos rodea, que no da tregua) vuelve a aparecer. Esta vez es lejana, dulce, justa, casi indiferente.

Digo casi.

Porque por muy de refilón que pase me atraviesa, llegándome muy dentro, dolor punzante, chillido interno asfixiado. No me quiero morir.

Porque estoy tan llena de vida que no habría un alma de mi talla, todas me quedarían estrechas.

Y sobre todo porque no estoy donde quiero que la muerte me coja. Aún no he finalizado mi partida, me cogería en medio de la jugada; en la construcción de un boceto que aún no deja distinguir bien la composición.

Me siento aún recién parida. Aún huelo a sangre fresca, a carne desgarrada. Sigo sorprendiéndome de las imágenes que se suceden ante mis ojos. Me estremecen las palabras y las caricias.

Sé que estoy atrapada en la trampa de la inmortalidad. Cómo me cuesta salir a enfrentar el sinsentido. A encararlo y hundirle mis manos en los ojos, hasta hacerlo agonizar...

Aún amo demasiado. Lato, lato, lato...

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