Eráse una vez los ojos de una niña.
en un manicomio.
la niña ha presenciado la escena. los enfermeros, crispados por el trabajo, descargan su furia contra los locos.
alguien le susurra al oído: "siempre es igual, cuando los padres llegan enfadados a casa, o tienen problemas entre ellos, quienes cobran son los niños"
los oídos de la pequeña escuchan la mofa que le propinan al loco quienes lo cuidan y lo guardan. ordena que se callen. los demás la obedecen
pero ella entiende que esa burla ha sido escuchada y ha herido a la locura
la violencia es visible, tanto que se graba en fotogramas nítidos para la posteridad de esa niña. ella pronuncia con su boca que hay que atarlo.
y entonces los guardias del manicomio se inflan, satisfechos.
agarran, pellizcan, dañan, tuercen, crujen, asfixian. abusan.
ese loco les da motivos para trabajar. justificaciones
la niña sabe que basta una palabra suya para que cese el abuso. pero sabe también que si la pronuncia la locura ganará la partida, espoleada por esa injusticia, aguijoneada en su delirio, estallará arrasándolo todo. y será peor
o al menos eso cree la niña. que será peor
por eso se calla
y mira
en silencio
seria.
la sala es enorme, el resto de locos se alejan y miran de refilón. ninguno loquea.
a veces pasa que la niña no puede seguir mirando. sus ojos no le permiten mirar más. entonces se da media vuelta y sale.
cierra la puerta. la cierra con llaves. de doble vuelta.