Amar (a una persona): admirarla y quererla por estar al nivel de lo que considera el sujeto su ideal.
Ser amado (por otra persona): cuando el sujeto es querido y admirado en juicio de ésta.
Amar y ser amado (a y por la misma persona): ser admirado y querido por quien consideramos que es ideal y que, por tanto, tiene el mejor juicio posible. Por pura reflexión, amarse a sí mismo.
Todos aspiramos a lograr este último epígrafe. Sublime, pero lejano. Aunque muchos creen estar ya en este punto, si reflexionaran verían que en bastantes casos únicamente son amados (o creen serlo). O tan sólo aman (o creen hacerlo). La realidad es que la mayoría se contenta con creer que es amado y hacer creer que ama para alimentar la creencia anterior.
No buscamos amar, sino ser amados. Por puro menester. Y éste nace del fracaso de nuestra propia vida, anclada y frustrada, lejos de lo que nos gustaría ser. De ahí la necesidad de encontrar quien nos quiera así, quien apruebe con su querer una forma de vivir tan pobre, tan cobarde, tan triste.
Quizá por esto, sólo los felices, los que aman su vida y están plenamente satisfechos con ella, los que se saben en el camino que quieren estar, serán los únicos con capacidad suficiente para amar de forma pura, sin necesidad. Y si alcanzan el tercer punto, no habrá dependencia, sólo placer y felicidad por encontrar quien ama la misma forma de vida.
¿Necesitamos o amamos?
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