Raza de poderosos dioses derrotados finalmente por Zeus y los olímpicos. De ahí procede un término que hoy usamos para caracterizar a quien sobresale de forma descomunal en algo.
Titán es el satélite más grande de Saturno, y el segundo de todo el sistema solar. Hay quien dice que es nuestra futura casa, o nuestros futuros vecinos, o nuestras futuras preocupaciones, si quien allí vaya a nacer se da prisa en hacerlo. Las investigaciones apuntan a que Titán se encuentra en un estado muy similar al de la Tierra en tiempos prebióticos, esa caldera a fuego lento que supuestamente un dios preparó para que surgiera la vida. Qué lejos (o cerca, según se mire) queda la idea de dios cuando nos asomamos con curiosidad al espacio.
Único satélite con atmósfera, compuesto de hielo y rocas, y con supuestos océanos subterráneos, relieve de ríos y montañas... quizá nuestros herederos, con la antártida hasta arriba de porquería, decidan comprarse un adosado en una urbanización en Xanadú, región chic de Titán, y veranear en los anillos de Saturno... Todo esto imaginando que a la historia de la humanidad le quede más de un par de siglos...
En la madrugada de hoy, pero en 1912, el Titanic se hundió en su viaje inaugural. En 1898, antes de que el famoso barco fuera ni siquiera diseñado, Morgan Robertson escribe Futility. El libro cuenta la historia de un transatlántico de lujo considerado inhundible. Guarda curiosas similitudes en tamaño y características con el Titanic. Incluso fue botado en el mismo puerto en el que éste comenzó su fatídico viaje. Por si fuera poco, ambos chocaron una noche de abril con un iceberg y se hundieron en el atlántico, ninguno tenía botes ni para la mitad del pasaje, y en ambos naufragios murieron más de dos mil personas. Tenía imaginación el amigo Morgan, ¿eh?
Su barco se llamaba Titán.
Titán, luna de Saturno
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